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Desgaste en profesionales de la salud (primera parte)

Mi propia labor como psicólogo clínico me llevó a indagar posibles formas de ejercer la profesión que fuesen sostenibles en el tiempo, evitando así el distrés por fatiga empática (burn out).


¿Cómo poder entrenar la capacidad de estar presente frente al otro mediante una escucha activa?,

¿Cómo poder tolerar el malestar físico, emocional y mental que genera el empatizar con el dolor de otro ser humano?,

¿Cómo poder conectar con el sufrimiento ajeno sin abrumarse?,

¿Cómo poder pasar del empatizar al ser útil en el alivio de sufrimiento en el otro?

¿Cómo poder sostener el sentido/vocación de servicio al ver que, por mucho esfuerzo que uno ponga, el sufrimiento pareciera no disminuir?,

¿Acaso hay que poner una "barrera" para no verse afectado y cuidarse en este tipo de labor?.

¿Es posible lograr sentido de satisfacción, expansión y paz en este quehacer?

Estas y muchas otras preguntas surgieron a lo largo de mi camino. Preguntas jamás abordadas como parte de mi formación universitaria.


Un malestar común en los profesionales de la salud es el burn out, algo parecido al estrés laboral pero con ribetes más profundos pues involucra un desgaste más integral. Una no resolución adecuada frente a las preguntas anteriores puede derivar en este síndrome. Sensación de estar exhausto, de no tener la capacidad de dar más de uno en el trabajo, ante una sistemática y excesiva demanda por parte del sistema. Una sensación de desconexión, actitud de desinterés hacia las labores, los colegas y la institución en que se trabaja. Lo anterior junto a una sensación de ineficacia, de incapacidad o falta de herramientas para realizar la labor encomendada.


Incursionar de forma profunda en Yoga me brindó una forma concreta de entrenar mi capacidad de estar presente en mi cuerpo y la experiencia. La conciencia corporal abre un mundo riquísimo pues toda experiencia/emoción es un sentir somático. Luego, su conexión con mindfulness fue fluida pues ambas prácticas buscan lo mismo: poder estar más presente en la propia experiencia de forma amable. Ambas me permitieron una forma concreta de responder a la primera pregunta.


Pero no fue fácil, pues la escucha activa, la presencia plena frente a un otro sufriente conlleva vulnerabilidad, apertura, conexión, incertidumbre respecto de lo que pueda surgir en la experiencia. Significa abrirse al distrés que genera el realmente "estar" frente a un otro sufriente. Empatizar duele. Y poder tolerar eso sin cerrarse y sin temerle requiere valentía. Y ahí es dónde surge una experiencia potente: el poder vivenciar que nuestro corazón/mente tiene la capacidad de sostener cualquier dolor si nos permitimos relacionarnos con el de forma abierta y amable. Tocar pero sin sobre-identificarse con la experiencia. O sea, el cultivo de la atención plena al presente como una forma concreta de resolver la segunda y tercera pregunta.


Por lo mismo es que el Entrenamiento en el Cultivo de la Compasión tiene como base el cultivo de Mindfulness, el cultivo de herramientas concretas para la escucha activa y la capacidad de reconocer y presenciar el dolor de forma abierta y amable. Primer e indispensable paso antes de continuar hacia a la Compasión.


Andrés V.







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